El bulgur, este extraordinario superalimento ha sido uno de los grandes hallazgos de mi estancia en el sudeste de Anatolia, o Alta Mesopotamia, una zona de Turquía situada al norte de la frontera con Siria bañada por los legendarios Éufrates y Tigris. Esta región es todavía muy poco conocida, y apenas visitada, por los viajeros occidentales a pesar de su gran riqueza cultural, arqueológica, histórica, y gastronómica.
El bulgur, cuya historia se remonta 5.000 años, es probablemente uno de los primeros alimentos precocinados que se conocen. Su origen, como el de la propia agricultura, se encuentra en el Creciente Fértil.
Se elabora a partir del trigo duro, (triticum durum), el mejor para la fabricación de las pastas alimenticias, cociendo los granos en agua y dejándolos secar posteriormente. Una vez secos, los granos se fragmentan y clasifican en diversos grosores, cada uno de los cuales tiene diferentes aplicaciones culinarias.
Desde la más remota antigüedad el bulgur es un alimento básico de la cocina tradicional de Turquía y del Oriente Medio, así como de otros países asiáticos como la India; también se consume en Grecia y los Balcanes, probablemente como herencia de su dilatada pertenencia al Imperio Otomano.
Las cualidades nutricionales de bulgur son realmente excepcionales, bajo en calorías y en grasa, es muy rico en vitaminas y minerales, como el calcio, el hierro y el magnesio, y también en antioxidantes y otros fitonutrientes.
Su bajo índice glucemico ayuda a controlar los niveles de azúcar en la sangre, y al igual otros cereales integrales tiene grandes propiedades anti inflamatorias. Además, su consumo habitual ayuda en la prevención del síndrome metabólico, la hipertensión, y los altos índices de triglicéridos.
Su versatilidad en la cocina es igualmente sobresaliente; los de grosor más fino pueden emplearse en la elaboración de sopas o ensaladas, de este modo el bulgur puede por ejemplo sustituir perfectamente al cuscús en el famoso tabulé o a la quinoa en cualquier preparación ; los de grosor medio o grande son ideales para cocinar los tradicionales pilaffs del Medio Oriente, o emplearse como sustituto del arroz en cualquier plato que podamos imaginar; es igualmente perfecto para acompañar carnes, pescados o vegetales, e incluso puede emplearse en la elaboración de postres y dulces.
Su sabor, muy agradable, recuerda al de los frutos secos, y al tratarse de un producto pre cocinado, sus tiempos de cocción son muy breves.
Un aceite de oliva virgen extra de alta calidad potencia su sabor y complementa y enriquece sus grandes cualidades nutricionales, una combinación de lujo para nuestro paladar y nuestra salud