El estudio de las bacterias y otros microorganismos, y su papel en todos los procesos vitales, representa uno de los campos más apasionantes y prometedores de las investigaciones microbiológicas. La Dra. Zschocke, naturista y homeópata, afirma que “si las dejamos trabajar, (las bacterias) regulan la vida de acuerdo a un orden que esta hoy día por encima de nuestra comprensión”.
Las baterías llevan en la tierra unos 4 mil millones de años y son el origen de la vida. Aunque no fueron observadas en microscopio hasta finales del siglo XVII, las bacterias han sido utilizadas desde antiguo por el hombre en los procesos fermentativos de alimentos como el vino, la cerveza, el pan o los quesos. En el siglo XIX Pasteur y Koch identificaron las bacterias patógenas causantes de diversas enfermedades infecciosas, lo que condujo al desarrollo de los antibióticos y las vacunas, consideradas como uno de los grandes avances de la medicina convencional.
Las bacterias se encuentran en todas partes, en la tierra, el agua, el aire, los animales, las plantas, las rocas y naturalmente en los seres humanos, y forman parte de toda la vida orgánica que se desarrolla en el planeta. Solo un uno por ciento de las bacterias parecen ser patógenas, el resto son beneficiosas; otros expertos opinan que una misma bacteria puede actuar de un modo u otro en función de su interacción con otras células y microorganismos, en un terreno determinado.
Los expertos calculan que puede haber más de mil millones de especies bacterianas diferentes, aunque solo un pequeño porcentaje han sido descritas y solo un uno por ciento de ellas son cultivables en laboratorio.
Se sabe todavía poco de cómo actúan y se desconoce qué función concreta realiza cada especie, pero se estima que varias especies colaboran en distintas funciones, es decir, que actúan como equipos interconectados que trabajan en conjunto como un todo.
Las bacterias una alternativa a los fertilizantes
En relación con la agricultura, las bacterias son esenciales para mantener la fertilidad del suelo. El uso de fertilizantes y fitosanitarios de síntesis reduce y empobrece la flora microbiana generando un círculo vicioso que hace necesario el aporte excesivo y permanente de dichos fertilizantes de síntesis.
Por ello, en los últimos años, el uso de bacterias y microorganismos va ganando terreno pues se ha comprobado su efectividad como alternativa a los fertilizantes convencionales. Las bacterias liberan nutrientes y son capaces de descomponer la materia orgánica, también fijan el nitrógeno y el carbono y degradan los contaminantes del suelo de naturaleza química.
A principios del pasado mes de febrero, tuve la ocasión de visitar un olivar superintensivo que había sido tratado durante un año con un consorcio bacteriano, desarrollado en los EEUU. Este producto contiene microorganismos fotosintéticos y factores de crecimiento natural que impulsan la función energética de los olivos, maximiza la fotosíntesis vegetal e incrementa la reserva adicional de energía derivada de los nutrientes, el carbono, y la luz.
Junto al excelente estado de los arboles, pudimos constatar la abundancia de especies en la cubierta vegetal, síntoma de la buena salud del suelo.
En las ramas inferiores, las aceitunas que no habían sido cosechadas estaban todavía tersas y verdes. Además, pude probar el AOVE extraído a principios de diciembre que me pareció de una altísima calidad sensorial.
Profundizar en el conocimiento de las bacterias, sus funciones y modo de actuar, podía ayudar a resolver mucho de los acuciantes desafíos medioambientales que afrontamos.
Si “las bacterias son nuestras compañeras”, como defiende la Dra. Zschocke, conozcámoslas y cooperemos con ellas.